Villa Educación

Domingo 22 de diciembre de 2024

PAGAR MÁS POR LO MISMO, MEDICAMENTOS GENÉRICOS E INNOVADORES

A la mitad del largo camino que un medicamento genérico recorre desde el laboratorio hasta la farmacia, los estudios de bioequivalencia resultan esenciales para demostrar, con todo rigor científico, su eficacia y seguridad.

En el presente reportaje, la Agencia Informativa Conacyt ofrece un testimonio —en primera persona— que refleja algunas de las situaciones afrontadas por los jóvenes voluntarios participantes en los estudios de bioequivalencia. También documentamos los esfuerzos de investigadores, autoridades y profesionales de la salud para terminar con la desconfianza que aún inspiran entre la población mexicana los genéricos intercambiables.

(Agencia Informativa Conacyt).- La última vez que fui voluntaria en un estudio de bioequivalencia fue en 2010. El protocolo en el que participé implicó que tomara un par de medicamentos, uno genérico y uno de patente, para que un grupo de especialistas evaluara su calidad. Nunca imaginé que años más tarde ejercería el periodismo de ciencia y que podría explicar el objetivo de esos estudios y, de paso, satisfacer el morbo de amigos y familiares que todavía hoy me preguntan si manifiesto algún efecto secundario por haber sido “conejillo de indias”.

Los voluntarios en los estudios de bioequivalencia sí pueden sufrir efectos secundarios por los medicamentos. Los más usuales son náusea, vómito o dolor de cabeza. En casos extremos, puede bajar la presión arterial o tener una erupción cutánea. Pero a lo que más temían los chicos mientras estuve internada era al priapismo, una erección involuntaria y dolorosa que puede durar horas, incluso días. Priapus, dios griego de falo gigante, relacionado con la seducción y el amor sexual, no era bienvenido en un lugar donde los dormitorios de hombres y mujeres estaban convenientemente separados.

La primera vez que participé como voluntaria en un estudio de bioequivalencia era estudiante, casi a punto de graduarme como química farmacobióloga. Ya sabía cómo actuaban los fármacos en mi cuerpo y sabía qué iba a suceder mientras me internaran: tomaría un medicamento, entregaría muestras de mi sangre cada dos o tres horas, tendría una dieta rigurosa y vigilada y, desde luego, me pagarían.

Embolsarme tres mil pesos por dos fines de semana era una oferta irresistible para un estudiante, así que junto con mis compañeros de clase, acudía al Instituto de Investigación Clínica de Occidente (IICO). Un fin de semana cotidiano pueden transformarse en una experiencia divertida en compañía de colegas. Además, los efectos secundarios eran un riesgo que no me quitaba el sueño, y siendo mujer, el priapismo era una amenaza descartada.

En un estudio de bioequivalencia se compara un medicamento innovador —también conocido como medicamento de patente— con un medicamento que pretende entrar al mercado como genérico. Si ambos medicamentos contienen la misma cantidad de principio activo y este llega a la sangre y se elimina del organismo en cantidad y tiempo equivalentes, se puede decir que son intercambiables y que el genérico puede venderse como una alternativa farmacológica segura y eficaz.

Estas pruebas tienen que realizarse en humanos. Así que alguien toma ambos medicamentos y luego entrega muestras de sangre para su análisis. Ese alguien es un voluntario.

Para que me admitieran en un estudio de bioequivalencia, primero tuvieron que hacerme varias pruebas clínicas: solo se aceptan voluntarios sanos.

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